Cuando depositamos dinero en el banco ese dinero pasa a disposición de la entidad, ya no nos pertenece. Lo que poseemos es un “depósito” que, legalmente es una deuda del banco hacia nosotros. Es la promesa de que, en cualquier momento, podemos retirar el dinero. Como en general, los clientes no retiran su dinero al mismo tiempo, la ley permite a los bancos prestar más dinero del que disponen, exigiéndoles una reserva en el banco central de tan solo una fracción de sus depósitos (1% en la zona euro).
El sistema de reserva fraccionaria permite a los bancos crear dinero (mientras guarden una fracción en el BC). Supongamos que el banco A, creado con un capital de 10 euros, tiene un solo cliente que ha depositado 100 euros. El banco dispone de 110 euros. Supongamos que concede un crédito de 50 euros a un segundo cliente, inscribiendose en su cuenta. Con su saldo de 100 y 50 euros respectivamente, los clientes del banco A pueden comprar bienes por valor de 150 euros en total, a pesar de que inicialmente sólo había 110 euros. El banco A ha creado 40 euros.
Esta creación de dinero es posible porque los depósitos son considerados como dinero, al igual que un billete de banco. Ambos sirven para ejecutar pagos. El billete de banco es dinero creado por el banco central que lo imprime. El depósito bancario es dinero creado por el banco e inscrito en la cuenta del cliente.
Cuando el segundo cliente devuelva al banco A su crédito de 50 euros, los 40 euros creados por el banco A desaparecerán, volviendo a la situación inicial de 110 euros. Pero hasta que suceda, los dos clientes del banco A pueden comprar bienes de vendedores cuyas cuentas estén, por ejemplo, en el banco B. El banco A deberá transferir 150 euros al banco B, el cual podrá proseguir el mismo procedimiento de creación de dinero. Con este sistema resulta que más del 90% del dinero en circulación es creado por los bancos.
